Nos remontamos a los años veinte del pasado siglo, cuando nuestro abuelo, Baltasar Idoype, sucedió a sus tíos y abrió en Alagón (Zaragoza) un negocio de pastelería que, como era costumbre en la época, era a la vez confitería y cerería.
Pasado el tiempo, la familia se trasladó al zaragozano barrio de Casetas donde, durante más de veinte años, regentaron la pastelería.
Baltasar murió de forma prematura y su esposa Araceli se hizo cargo con éxito del negocio familiar, junto con sus hijos Santiago y María, en esa época muy jóvenes. La pasión y la curiosidad de Santiago por la pastelería y sus posibilidades le llevó a viajar a Suiza, país donde la pastelería ya entonces contaba con un progreso y una expansión extraordinarios y que le permitió saciar su hambre de aprender, completó y complementó su formación y fue sentando las bases para desarrollar su propia filosofía sobre el mundo de la pastelería.
Continuamos haciendo nuestros productos tradicionales de siempre, además de ir trabajando las nuevas tendencias, aunque adaptándolas a nuestra personal forma de entender este oficio.
Nuestros productos no son muy dulces, no utilizamos otras grasas que mantequilla pura, aceite de oliva virgen y aceite de girasol.
Tampoco utilizamos conservantes, aditivos ni colorantes en ninguno de nuestros productos de siempre, que seguimos elaborando así, como siempre.
Podemos adaptarnos en la medida de lo posible a sus necesidades dietéticas o nutricionales.
Y esperamos, sinceramente, que el cliente disfrute del postre escogido, tanto como nosotros hemos disfrutado al pensarlo, planificarlo y materializarlo.
Nos gusta crear sonrisas.